No hace mucho tiempo hablaba con un gran amigo acerca de su situación laboral y me comentaba que en breve sería objeto de un “experimento”. La cuestión era estudiar si el teletrabajo podía ser implantado en su empresa, o si aún no estaban preparados para ello. Días más tarde, otra amiga me sorprendía con un discurso similar, acerca del mismo tema y con igual planteamiento.
Ambos son grandes profesionales que trabajan en empresas reconocidas a nivel mundial y por ello, no pude por menos que reflexionar sobre lo que me contaban.
A diario, sentada en mi puesto de trabajo, levanto la vista y veo que muchos de mis compañeros no han venido a la oficina. Algunos están de viaje de trabajo, otros tienen reducción de jornada y otros se han quedado en sus casas trabajando.
¡Quién lo diría! Mi empresa no es muy grande. Se puede decir que es bastante familiar. Aunque ahora pasamos del centenar de empleados, hasta hace poco rondábamos los 60. Todos nos conocemos y a pesar de que ahora somos unos poquitos más, seguimos sin perdernos la pista y sabiendo quién es cada cual.
Por ello, seguí reflexionando y llegué a la conclusión de que no sabía que era lo que más me sorprendía:
- ¿Era que hablar de teletrabajo en mi empresa se hubiera convertido en algo habitual?
- ¿Era que mi empresa hubiera tenido la inteligencia de ver que porque un empleado se convierta en papá o mamá, no pierde ni un ápice de su talento y profesionalidad y por ello busque siempre la mejor solución para retenerlos, aunque eso suponga hablar de igualdad y adaptación de horarios?
- O ¿era el hecho de que mi empresa considere que la reducción de jornada no hace al trabajador, hombre o mujer, ni peor ni más débil, sino que lo revela como alguien capaz de organizar su tiempo para rendir con la misma intensidad?
Es curioso, porque la mayoría de las empresas nos hacen pasar por largos y costosos procesos de selección antes de decidirse a contratarnos. Quieren a los mejores, a los más fiables, a los más responsables, pero luego resulta, que cuando llega la hora de poner en marcha un sistema de teletrabajo o de plantearse una reducción de jornada, lo piensan y repiensan como si ello pudiera traer penosas consecuencias.
Y yo me pregunto, ¿no cogieron al mejor durante el proceso de selección?, ¿no se quería a esta o aquella persona por su valía? Entonces, ¿qué cualidades se supone que desaparecen por trabajar desde casa, reducir la jornada o flexibilizar el horario? Y ¿por qué en mi empresa, no muy grande, no tan internacional como otras y más bien familiar, no tienen inconveniente en poner en marcha medidas encaminadas a la conciliación familiar y laboral?
Y llegué a la conclusión de que sólo podía ser por un motivo. Conocían el “secreto”, y ese secreto no es otro que CONFIANZA y RESPONSABILIDAD.
CONFIANZA de la empresa en esos trabajadores que tanto costó encontrar y RESPONSABILIDAD por parte de esos empleados a la hora de organizar su tiempo y su trabajo, tanto desde la oficina como desde el improvisado despacho de su casa, tanto si se está libre de cargas familiares, como si no.
Y no nos confundamos, mi empresa, como cualquier otra, tiene defectos y virtudes, pero si a mí como profesional me gusta que me reconozcan mis méritos, justo es reconocer los de los demás y en este sentido, mi empresa es pionera en poner en marcha todo tipo de medidas encaminadas a conseguir la conciliación familiar y laboral.
Ojalá que poco a poco, lo que hasta ahora ha sido un “secreto”, deje de serlo y en cualquier lugar se implanten buenas medidas de conciliación.
Marta Valverde Fuster
Directora de Formación en Prinex